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El universo de las artesanías mexicanas es inmenso. Una de las más bellas expresiones artísticas y culturales de nuestro país se refleja en artículos y objetos decorativos y de uso diario que representan el patrimonio, la tradición y las creencias de los pueblos.
Desde el barro negro de San Bartolo hasta las cajitas de Olinalá en Guerrero, pasando por las catrinas de barro de Capula o los tapetes de Teotitlán del Valle, la cerámica de Mata Ortiz en Chihuahua o la cestería de Chuspata de la zona de Pátzcuaro, todas son manifestaciones hermosas y reconocibles de la artesanía mexicana.
¿Qué es la artesanía? De acuerdo al Fondo Nacional para el Fomento de las Artesanías FONART, una artesanía es:
Un objeto producto de identidad cultural comunitaria, hecho por procesos manuales continuos. (...) La materia prima básica transformada generalmente es obtenida de la región donde habita el artesano. (...) La artesanía se crea como producto duradero o efímero, y su función original está determinada a nivel social y cultural, en este sentido, puede destinarse para el uso doméstico, ceremonial, ornato, vestuario, o bien, como implemento de trabajo.
De entre todas las artesanías mexicanas, una de las más populares, sobre todo en los últimos años, son los Alebrijes. Estas increíbles figuras de colores con formas fantásticas, antropomorfas, y de características únicas.
Mucha gente, la mayoría, relaciona estas figuras a las artesanías Oaxaqueñas,en especial a la región de Arrazola, cercana a Monte Albán. Los turistas llegan atraídos por éstas místicas figuras y en las puertas de las tiendas cuelgan los letreros que dicen “Alebrijes” y se llevan su bonita pieza de colores presumiendo su hermoso alebrije Oaxaqueño.
Bueno, pues les tengo una noticia que les va a romper el corazón. Esa bonita pieza que compraron el andador de Oaxaca, NO es un alebrije, los alebrijes nunca han sido Oaxaqueños, es un invento de los turistas o más bien, una confusión.
Les explico: Durante las últimas décadas ha habido una confusión entre la artesanía Oaxaqueña, los animales fantásticos tallados en madera y los alebrijes, originarios de la Ciudad de México.
Lo que les voy a contar es producto de una pequeña investigación documental, pero también es producto de conversaciones que he podido tener con grandes maestros y maestras artesanas, de convivir con ellos en sus talleres compartiendo mezcal y trabajando con ellos un par de piezas pequeñitas que ahora tengo en casa y en las cuáles tuve la fortuna de tener su dirección
Los alebrijes tienen su origen en la Ciudad de México, específicamente del barrio de La Merced. Pedro Linares (1906-1992) fue un artista plástico del mero chilango. Se especializaba en trabajar figuras y artesanías con cartón, papel maché y pintura acrílica. Ya siendo un reconocido artesano, cayó muy enfermo y entre la fiebre y el malestar comenzó a observar figuras extrañas, criaturas y animales de colores con antenas, colas, muchos ojos y otras características fantásticas. Al recuperarse, buscó reproducir a estas criaturas con las técnicas que él dominaba, pues creía que eras eres que lo habían ayudado en su enfermedad y que podrían cuidar y proteger a otros, ahí nacen los Alebrijes.
Durante la primera mitad del siglo XX en los Valles Centrales de Oaxaca, un niño llamado Manuel Jiménez, jugaba con figuras de barro que él mismo creaba, usaba elementos naturales para crear figuras, animales y criaturas con las cuáles podría jugar. Siempre mostró una gran habilidad y una gran sensibilidad para trabajar con las manos.
En su región se trabajaba la madera para producir distintas artesanías y objetos de uso común, por lo que buscando una forma de proveer a su familia, comenzó a hacer figuras más elaboradas producto de su imaginación. Jiménez ara un artista innovador por lo que comenzó por experimentar con distintos materiales para agregar detalles a sus figuras, cabello y bigotes de ixtle, distintos materiales de madera y otros elementos y se salía a las calles de Oaxaca a vender sus piezas.
Por la calidad y creatividad de sus piezas, el maestro Jiménez se hizo popular y comenzó a vender sus piezas a turistas y extranjeros en Oaxaca, logrando una base de buenos clientes. Las figuras de Pedro Jiménez nunca fueron Alebrijes, esta palabra era ajena a cualquier artesanía Oaxaqueña y era producto de otra persona, en otro lugar, con otra técnica y otros materiales. En Oaxaca eran llamadas figuras fantásticas talladas en madera.
Aquí viene el momento en donde estos dos caminos se cruzan. En 1975 la cineasta Judith Bronowski, comenzó a documentar el trabajo de distintos artesanos en todo el país, entre ellos, Manuel Jiménez y Pedro Linares. El mismo documental presentaba el trabajo de los dos artistas y las diferencias entre su trabajo. El documental tuvo mucha aceptación entre círculos de culto y arte en EEUU, sin embargo el nombre de Alebrijes usado sólo para las artesanías de cartón, fue confundido por los asistentes al documental y creyeron que Alebrijes era el nombre común para ambas artesanías.
Poco a poco, turistas y amantes del arte y las artesanías comenzaron a viajar a Oaxaca para buscar al maestro Manuel Jiménez, preguntando por los Alebrijes. La gente, desconcertada no sabía qué responder, pero al final los llevaban al taller de los Jiménez en donde conocían su trabajo y sus obras. Con el tiempo, más turistas y compradores fueron llegando, preguntando por los mentados Alebrijes. Con el tiempo, otras personas del pueblo comenzaron a notar el interés y la oportunidad de negocio y comenzaron a imitar el trabajo de Manuel Jimenez. Con los años y a fuerza de insistencia, se introdujeron figuras más parecidas a las de Pedro Lineares, creando un mestizaje entre ambas técnicas y tradiciones. El nombre de Alebrijes ya era conocido y servía para vender así que se comenzó a usar este nombre.
Isaías Jiménez, hijo de Manuel es el heredero del taller y la técnica de su padre. Es un artista orgulloso y talentoso que resguarda la historia y la técnica de las Figuras Fantásticas Talladas en Madera. Su taller está a sólo unos minutos de Monte Albán y ahí, él recibe a visitantes y turistas y cuenta la gran historia y el legado de su padre.
Otros artistas han tomado de inspiración el trabajo de Manuel Jiménez y han llevado la técnica a otros niveles de popularidad, diseño, complejidad y valor.
Entre ellos, los más reconocidos, los maestros Jacobo y María Ángeles, verdaderos artistas que han servido de inspiración para cientos de obras y películas. La sencillez, calidez y humanidad de ambos es sorprendente a pesar de su popularidad y cantidad de trabajo. He tenido la fortuna de crear una pequeña pieza guiada por la mano de Jacobo en compañía de algunos de nuestros viajeros en Dopamina.Travel.
Cabe mencionar que Manuel Jiménez y Pedro Linares se conocían, respetaban y admiraban su trabajo, coincidieron en viajes y eventos y compartieron impresiones, consejos y aprendizajes de sus carreras como artistas.
Ambas técnicas no están peleadas, sin embargo, es muy importante conocer el origen y el nombre de las cosas. Los artesanos más comprometidos de Oaxaca, evitan llamar a sus piezas Alebrijes, pues no lo son. Y a nosotros, como viajeros y turistas, nos toca respetar e informarnos.
Si bien es cierto que la cultura cambia, el lenguaje, los significantes y significados cambian es importante conocer el origen y el valor de las cosas y eso implica llamarlas por su nombre. Más allá del nombre de la artesanía, lo valioso es reconocer el trabajo y la herencia de los artesanos, el valor que tienen estas piezas para la cultura y la economía de las distintas regiones y darle el correcto valor al legado que nos dejan las personas a través de la artesanía, que es una manifestación del patrimonio biocultural de nuestros pueblos.
El universo de las artesanías mexicanas es inmenso. Una de las más bellas expresiones artísticas y culturales de nuestro país se refleja en artículos y objetos decorativos y de uso diario que representan el patrimonio, la tradición y las creencias de los pueblos.
