No la tenemos fácil, vivimos en una cultura que nos exige todo: productividad, éxito, felicidad, salud, diversión y balance. Desde pequeños, comenzamos una carrera sin descanso que nos obliga a ir reteniendo conocimientos, datos y referencias, nos lleva a desarrollar habilidades y actitudes que tienen como objetivo ser productivos y rentables en una cultura que no se cansa de producir y consumir.
En esta falsa búsqueda de la felicidad y el éxito, sacrificamos salud, tiempo y experiencias para intentar asegurar un estado de bienestar que muchas veces no tenemos tiempo de disfrutar.
La competencia ha sido la regla con la cuál determinamos quién merece y quién no, y esta meritocracia casi nunca recompensa al más bueno o al que más trabaja, si no al que tiene la suerte de tener una buena mano en este juego de cartas.
Mi camino personal no ha sido precisamente fácil, aunque he de reconocer los privilegios que me dio la vida a cambio de nada. Crecer en una familia amorosa, recibir salud, atención y alimentos, ser hombre, recibir educación de calidad, tener oportunidad de elegir no deberían de suponer ninguna ventaja, pero hay qué reconocerlo, en México del siglo XXI, lo sigue siendo.
Mi carrera como la de todos, no ha estado exenta de retos, dudas y miedos, de noches de desvelo, semanas continuas sin descanso, tentaciones y momentos en donde quise dejarlo todo por irme por un camino más fácil.
Sin embargo el mayor reto ha sido aprender a escucharme, a respetarme y a buscar mi bienestar, romper con los patrones mentales y emocionales sobre el dinero, el trabajo, el sacrificio y el mérito.
Sin profundizar tanto en mi historia personal y aunque pueda sonar autorreferencial, después de años de búsquedas personales para encontrar balance y satisfacción, me he decantado por seguir una simple regla que rige casi todas mis acciones y decisiones: Generar valor.
La palabra “valor” puede tener distintos significados de acuerdo al contexto donde se use, puede implicar una característica moral y ética que una persona o un grupo defiende y con la que se identifica. Puede ser una cualidad por la que alguien o algo es valorado y apreciado o puede ser la representación de algo que sirve a un propósito utilitario, estético, intelectual o emocional.
En todas estas definiciones el valor lo define quién lo genera y quien lo percibe, es subjetivo y su importancia reside en el contexto desde donde se percibe.
¿Qué implica generar valor?
Durante muchos años me enfoqué en generar valor para los demás, a veces a costa de mi propio bienestar. Está práctica (más común de lo que parece) se refleja en malas condiciones de trabajo, autoexplotación, descuidos a la salud y un largo etcétera. Llegué a creer que mi misión de servicio era más importante que mi bienestar y en lugar de hacerme responsable de mi propio desarrollo y bienestar, me escudaba en vocación y actitud de servicio. Este es un patrón que he encontrado generalmente en otros colegas que trabajan en el mundo de las fundaciones y las ONG´s.
He sido también muy cuidadoso de no caer en el otro extremo donde se encuentra la autocomplacencia y el egoísmo. Trabajar y buscar sólo el beneficio propio,, la generación de valor, dinero y bienestar a costa de los demás o de la salud del planeta es lo que nos ha llevado a este punto casi sin retorno. Sii bien, creo que cada quien tiene derecho de procurar su felicidad y abundancia, es importante reconocer que nuestros actos tienen consecuencias que pueden generar beneficios o impactos negativos colectivos y planetarios y esto, en la sumatoria final, también nos llegará a afectar.
En los últimos años “generar valor” se ha convertido en mi mantra y mi “sine qua non” a la hora de tomar decisiones personales y profesionales. Buscar generar valor para mi y los otros en cada acción me libera de cualquier duda o preocupación al realizar una tarea.
¿Esto genera valor para mi y los demás? ¿Mis actos sirven a mi propósito de generar valor? ¿Cómo puede una misma acción generar más valor para más personas?¿Esto aporta bienestar a las otras personas y al entorno además de generar un beneficio personal?
Plantear estas preguntas me ha ayudado a llevar una vida más disciplinada y ordenada.
Mantener mi salud física y emocional contribuyen a mi capacidad de servir y generar valor, entonces es un ¡Si! Realizar una tarea con atención plena y calidad excelente genera más valor para mi marca personal y para mis clientes, entonces es un ¡Si!
Promover la sostenibilidad y la regeneración promueven una mayor calidad de vida y un valor colectivo ¡entonces si!
Como he aprendido de mi maestro Bruno Gisemann, las especies de la naturaleza no se sirven sólo a sí mismas, sirven a su entorno y a los elementos que lo rodean, de esta forma, generan valor y calidad para el entorno donde habitan otras especies.. El árbol que da sombra al cafeto, el cafeto que florece y entrega alimento a las abejas, las abejas que polinizan otros árboles, quienes a su vez, crean materia orgánica que servirá de refuerzo y alimento para el suelo y las especies que dependemos de él, la ardilla que abre el cacao para comer el fruto, permite que polinizadores pueden alimentarse y en su camino, riega las semillas generando más vida y los ciclos se repiten.
Lo más valioso que he encontrado al seguir esta regla es que el valor llama al valor. En la medida en que mi trabajo genera beneficios a otros, en la medida que puedo conectar y vincular esfuerzos e intenciones y con una mis acciones producir el mayor impacto positivo posible, entonces, ese valor regresa a mi en forma de oportunidades, capacidades, beneficios, seguridad, ingresos. ¿Y qué puedo hacer con ese valor? Actuar como nuestra naturaleza nos demanda. Ser generosos con nuestro entorno y con los otros habitantes planetarios, buscar el beneficio para quienes estamos y para quienes vendrán. Ese es nuestro llamado natural.
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