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No se puede ir a la naturaleza

¿En qué momento decidimos “salir a la naturaleza”? Nos sentimos tan superiores y tan especiales, que olvidamos que somos parte de la misma, mamíferos con residencia temporal en éste planeta, compartimos este breve espacio, no somos eternos, no fuimos los primeros y seguramente no seremos los últimos, somos naturaleza y a ella nos debemos.


Nuestro afán de poner nuestras necesidades por encima de todo es lo que ha generado los desbalances planetarios que afectan a otras especies y ahora hasta a nosotros mismos.


Spoiler alert: La madre tierra siempre gana, nosotros somos los que podemos perder.


La cascada de Misol-Ha en Chiapas, en una expedición de turismo sostenible - Gerardo Ibarra

Arne Næss, filósofo noruego fue quien acuñó el término “ecología profunda”, una corriente filosófica que nos lleva a entender al ser humano como parte inherente de la naturaleza. En la naturaleza profunda, los seres humanos y sus comunidades no pueden desvincularse de su entorno natural, existen relaciones profundas de retroalimentación entre los servicios que proveen los ecosistemas y los efectos y acciones que genera el ser humano.


Una gran Ceiba se levanta en Finca Argovia en el sur del estado de Chiapas, foto captada en un viaje de turismo sostenible en México - Gerardo Ibarra

La ecología profunda, plantea un cambio de paradigmas y entendimiento de nuestra propia existencia, pues nos aleja del plano antropocentrista en el cúal, ni la tierra, ni el sol, ni nuestra galaxia son el centro del universo, si no el ser humano.

Migrar de una visión centrada en el ser humano para pasar a un entendimiento de la ecología profunda nos enfrenta al reto de nuestro ego, nuestras creencias, nuestros arraigos más profundos y nos orilla a cuestionar la forma en cómo nos organizamos, en lo que creemos y en la forma en la que nos relacionamos entre humanos y con otras especies.


Las ciudades también son la naturaleza, el bosque, los pueblos, la selva, el mar, las aldeas. El asunto es que hemos llevado nuestra desconexión con el entorno a tal punto que hemos creado centros urbanos con una calidad ecosistémica insalubre e insostenible.


Un pequeño mono araña en el Cañón del Sumideero observa el cielo, en una expedición de turismo sostenible en Chiapas, México - Gerardo Ibarra

Arne Næss, también identificó el enorme potencial que tenemos como especie humana a través de una acción que otras especies no pueden hacerlo: La acción directa.


“La acción directa o medida de acción directa es la realización autoorganizada de una iniciativa individual o grupal, enfocada en dar respuestas puntuales a situaciones concretas, o para la creación de condiciones más favorables, usando los medios disponibles.”


La acción directa es lo que ha transformado el planeta, para bien y para mal.


Los escapes de fin de semana, los baños de naturaleza, los retiros en el desierto, los escapes al mar, los viajes en los que buscamos desconectarnos de la ciudad para reencontrarnos con la naturaleza no son más que el llamado profundo que sentimos todos hacia la naturaleza profunda. No es que no lo sepamos, es que hemos olvidado.


Los viajes nos permiten encontrarnos con nosotros, con los otros y con la naturaleza. Los viajes y salidas a entornos con ecosistemas mejor conservados, son el llamado de nuestra propia naturaleza a reconectar con lo que hemos sido siempre, cohabitantes de este hermoso y único planeta.


Gerardo Ibarra, especialista en turismo sostenible, observa el volcán tacaná desde una finca de café en el Soconusco en Chiapas, México.

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